martes, 29 de septiembre de 2009

Habitación 320

14 curiosos ¿Te atreves a opinar?
Sus pasos se entremezclaban con los del resto de los pacientes que, como ella, pasaban sus días en el hospital. El pasillo cada vez se le hacía más corto, ya se conocía a todas las enfermeras. Después de seis meses, había tenido mucho tiempo para aprenderse de memoria cada recoveco donde solo hay paredes blancas, salas de espera y caras largas.

Ese, por fin, era su ultimo día. El médico le había dado el alta; le había dicho que recogiera sus cosas cuando quisiera, que ya se podía ir a su casa. No se lo creía. Quién se lo iba a haber dicho la semana pasada cuando soñaba con comer espaguettis de mamá y jugar a la pelota con Pedro, su hermano pequeño.

Su último paseo ya no le olía a medicina. Ya no respondía con despecho a la mirada compasiva de la gente. Ya no tenía que correr la cortina que separaba su cama de la del compañero de al lado. Ya no estaba enferma. Ya se había curado. Ahora sonreía, se sentia como nueva. Su corazón había vuelto a cobrar vida. Su piel estaba adquiriendo otro color y sus mejillas empezaban a sonrojarse.

No quería llamar a nadie. Quería ver la cara de sus padres cuando la vieran entrar en casa. Quería llamar tres veces seguidas al timbre; una manía que ya la identificaba. Quería cantar, saltar, gritar, llorar... pero esta vez de felicidad. Cerró su maleta, llena de pijamas, revistas y cosas de aseo y la tiró a la basura. No quería nada que le recordara a su estancia en la habitación 320. Tenía que borrarlo todo de su cabeza y ése era el primer paso.

Nada más salir de allí, cogió un taxi. Eran las tres de la tarde y no podía perder ni un minuto más. Tenía que llegar a casa antes de que sus padres se fueran a trabajar y sus hermanos, al colegio. Bajó del coche y entró rapidamente en el portal. De momento, no había cambiado nada. La puerta que daba a la calle seguía estropeada; no hacía falta llave, no cerraba bien.

De pronto, su cuerpo se quedó paralizado delante del espejo del ascensor. Intentó recordar la última conversación con el médico, pero no lo logró. Su cabeza, completamente calva, se le clavó en la mente. No podía pensar en nada más. Se dio la vuelta y suspiró.

Corriendo, se fue al centro de la ciudad y se compró una peluca. Se habia propuesto olvidarlo todo y no podría hacerlo cada vez que se viera reflejada en cualquier cristal.

Ahora le preocupaba Pedro. Después de seis meses sin verle, no sabía cómo iba a reaccionar. ¿Se daría cuenta de que había estado enferma? ¿Se creería que acababa de volver de un viaje paradisíaco al tenía que ir ella sola? Pero los ojos de su hermano se llenaron de alegría al verla a la salida de clase. Se abalanzó sobre ella, le dio un beso en la mejilla y le dijo:

- ¡Qué bien que hayas vuelto! Te he echado de menos. ¡Qué guapa estás! ¡Qué suerte tengo!
- ¿Por qué?
- Porque eres la hermama más guapa del mundo.

Fue en ese preciso momento en el que ella se dio cuenta de que su vida había empezado de nuevo.




martes, 22 de septiembre de 2009

Nunca

15 curiosos ¿Te atreves a opinar?
Nunca te dije mi secreto.
Nunca te dije que nuestra amistad no es pura suerte o casualidad.
Nunca te dije que hace mucho tiempo soñaba con conocerte y que me quisieras en tu vida.
Nunca te dije que nunca te he dejado de querer.
Nunca te dije que por las noches, muerdo las sábanas mientras las lágrimas brotan de mis ojos.
Nunca te dije que yo no era la mala.
Nunca te dije que era yo la que siempre te llevaba el almuerzo al recreo.
Nunca te dije que siempre me acordaba de tu cumpleaños.
Nunca te dije que era tu madre y ahora me alegro, porque aunque me quieras como a una amiga, me sigues queriendo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Migraremos a Saturno

14 curiosos ¿Te atreves a opinar?
- Migraremos a Saturno


Sara sabía que esas palabras iban a ser cruciales para que Lucía durmiera esa noche tranquila. No era fácil conciliar el sueño entre cartones, con la luz fluorescente del cajero automático dándote en la cara. No era fácil abrigarte sin abrigo. En definitiva, no era fácil ser pobre.



Sara sabía que su hija necesitaba unos estudios, que ya estaba empezando a darse cuenta de la situación. Ya no se creía que todo formaba parte de un juego, de una aventura. Lucía empezaba a hacer preguntas y Sara ya no sabía qué responder. La pregunta de esta noche era:



- Mamá, ¿cuándo vamos a volver a casa?


- No lo sé todavía, hija.


- ¿Y si no podemos volver nunca?


- Migraremos a Saturno



Desde ese día Lucía soñaba con ser princesa en Saturno. Hacer de ese planeta un mundo mejor, diferente. Dormía feliz, pensando en que ese día podía ser mañana.


Para ElCuentaCuentos

martes, 8 de septiembre de 2009

Se hizo tarde

11 curiosos ¿Te atreves a opinar?

Aquel antiquísimo reloj de pared exhaló su último tic tac; el silencio se hizo insoportable. Llevaba toda su vida oyendo pasar el tiempo por el ruido de sus manillas al desplazarse.

Un reloj que había ido de generación en generación. Un reloj que había pasado por diferentes épocas y que ahora adornaba el mueble de su moderno salón.
Pero, ¿por qué se ha cansado justo ahora de mover sus agujas? ¿Por qué en ese preciso instante en el que él ha cruzado la puerta?

Quería contar los minutos que quedaban hasta que volviera a entrar en casa. Deseaba ver sus manos acariciádole, recorriendo cada poro de su piel. Su vida, igual que la de aquel reloj, dejaba de tener sentido si Jon no estaba con ella.

Ahora no podía ir hacia atrás en el tiempo, y menos si la ayuda del reloj. Sólo le quedaba esperar, mientras imaginaba qué hubiera pasado si ella hubiera sido valiente y le hubiera detenido. Si él la hubiera cogido en brazos prometiéndole amor eterno.

Pensaba en que quizá esa cena a medias, que ahora descansaba en la mesa, se hubiera dejado enfriar mientras los dos se estremecían en besos y caricias sin que nada ni nadie más importara. 'Ese si hubiera sido momento para parar el tiempo, y no ahora', se lamenta.
Para ElCuentaCuentos

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Blanco y negro

8 curiosos ¿Te atreves a opinar?
Como casi siempre, los veranos están planificados de antemano. Nunca, o casi nunca, he tenido la opción de decidir dónde quiero ir, con quien... ni siquiera cuándo. Pero este año, no me importaba dónde ir. Estaba entusiasmada sabiendo cuál iba a ser mi compañía. Solo suplicaba por que aquella persona que mandaba en mi vida, mi comportamiento y en mi forma de vestir, fuera feliz para yo poder serlo.


Y es que no es fácil ser una sombra. Nunca tienes el placer de sentir, tocar, verlo todo desde arriba. Mi destino, este año, era Cádiz, y la compañía, la mejor. Una sombra con una sonrisa espectacular, cariñosa. Hasta me atrevería a decir que es una sombra brillante y con un olor de esos que dejan huella. Yo no sé si ellos dos, en calidad de humanos, están tan enamorados como nosotros. Sólo sé que, aunque no le pueda tocar las veces que quisiera, sentirle cuando a mi me apeteciera y besarle a todas horas, me gusta ser una sombra.


¿Por qué? Porque a las doce del mediodía, cuando nadie nos echa de menos, nos escapamos. Somos invisibles por un tiempo, algo que muchos quisieran desear. Algo que yo no cambiaría por nada del mundo.


 
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