Cerró los ojos para tratar de parecer dormido mientras ella se levantaba de la cama, dispuesta a salir de esa habitación lo antes posible y sin hacer ruido. Cuando sus párpados se juntaron, se dio cuenta de que una lágrima empezó a deslizarse suavemente por su mejilla.
Ha vuelto a caer en la trampa. Antes de que las sábanas acabaran revueltas en la cama, ella le prometió amor eterno y juró no desaparecer nunca más, pero lo había hecho de nuevo. Lo único que quedaba de ella era su perfume.
Volvió a abrir los ojos cuando oyó el ruido de la puerta al salir y miró a su izquierda. Nadie. Entonces, no lo dudó ni un instante. Sus párpados se volvieron a cerrar automáticamente, pero esta vez para imaginar que todo había sido un sueño y que, en realidad, al día siguiente, por la mañana, haría café para dos.