martes, 20 de diciembre de 2011

Deseos de seducción

9 curiosos ¿Te atreves a opinar?

Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa canción... Cada semana, el protagonista de esa letra tan sensual era diferente. Era una conquistadora nata que aprendió a vivir sin sentimientos; era mucho más divertido eso que sufrir por amor.

Le encantaba jugar al primer beso con cada uno de ellos. Todos se sentían únicos a sus pies. Con esa canción les llevaba a la cama con la misma facilidad con la que se deshacía de ellos al día siguiente. No le gustaba cambiar su rutina, pero sí de hombre. Siempre jugaba en su campo de batalla. Nada de habitaciones desconocidas, sábanas de felpa y cabeceros sin personalidad.

No importaba el paso del tiempo, esa canción no pasaba de moda. Se había convertido un clásico en su cabeza.
Tan clásico como ella, pero con la diferencia de que en sus arrugas el tiempo se nota cada vez más. 

Pasó de escuchar esa misma melodía todas las semanas a que se repitiera solo una vez al mes. Cada vez la banda sonora de su habitación se repetía menos. Ahora era ella quien la tarareaba. No paraba de canturrearla. Necesitaba llenar ese hueco. Ya no sabía lo que era jugar; se le había olvidado. Y, lo que era aún peor: ahora sólo deseaba sufrir por amor. 

lunes, 12 de diciembre de 2011

Locura

18 curiosos ¿Te atreves a opinar?
No sabía que en la guerra hay monstruos más terribles que el hombre. Llevo huyendo del ser humano casi desde que nací. No quería sufrir, no quería sentir. Intentaba alejarme del mundanal ruido. De todos vosotros. No me gustaba que me tocárais, que me miráseis, ni siquiera que me nombrárais. Ahora, en mitad de la nada, cuando ya he conseguido lo que quería, sigo sin estar conforme. Por eso mismo escribo estas palabras, porque ya no os temo a vosotros. Ahora tengo miedo de algo mucho peor: mi mente. Esa que me ha hecho huir, que ha conseguido que renegara de la gente, que me aislara por completo. Pero... ¿cómo escapar de este gran monstruo? Acapara mis pensamientos y no me deja buscar una estrategia para acabar con ella. Por eso me rindo. Por eso he decidido esperar aquí, sentada con mi soledad, a que acabe conmigo.

martes, 29 de marzo de 2011

Arroz al curry

14 curiosos ¿Te atreves a opinar?
La casa se inundó de un olor a arroz con curry y mi mundo se vino abajo. Me lo imaginaba. De nuevo había alguien en el piso de al lado intentando entrar en la vida de mi vecina. Ella, sí, la chica de la que siempre hablo. Su táctica ya me la he aprendido de memoria. Ya son varios años siguiéndole los pasos y sé perfectamente qué es lo que está a punto de ocurrir cuando ese olor tan específico penetra en mi cocina. No es que sea un cotilla, ni mucho menos, pero hay una fuerza extraña en mi interior que me anima a saber todo sobre ella. Cada uno de sus movimientos. 

La primera vez que descubrí esa apetitosa esencia, no pude menos que asomarme al balcón. Su ventana se une con la mía a través de las cuerdas del tendedero. Solo pude apreciar su silueta, pero a él le vi perfectamente. Cocinaba para dos. Debe de ser su plato estrella, porque lo prepara, más o menos, una vez al mes. Hacía mucho que no olía a curry, que no intentaba conquistar a nadie. Hasta hoy.

Estoy seguro de que a ese arroz le falta algún ingrediente. Debe de estar escaso sal o no le coge el punto a la cocción… algo falla. No puede ser que alguien tan perfecto no consiga su objetivo. Pero, ¿y quién dice que esta vez no dé con la persona adecuada? Es obvio que suplico una y mil veces para que no sea así. No es porque no quiera lo mejor para ella; es porque sigo esperando mi oportunidad. El olor cada vez es más intenso, al igual que mis sentimientos, así que cuanto más lejos esté de ella, mejor. ¿Y si me voy a comer de menú al bar de abajo? Puede que así les vea salir de la mano, o a él solo. Cerraré puertas y ventanas a cal y canto. No quiero volver y que el olor permanezca en casa.

Mierda. Está lloviendo y tengo que quitar la ropa del tendedero antes de que sea demasiado tarde. Lo sé, no puedo evitar levantar la mirada. Su silueta es inconfundible. Deben de ser imaginaciones mías, pero creo que me está mirando. ¿Y este delantal? ¿Qué hace aquí tendido? No lo recuerdo. No es mío. ¿Y esto que sobresale del bolsillo? Es una nota. No es porque sea cotilla, pero la voy a leer. Puede que así llegue a identificar al dueño:

“Hoy creo que me ha salido perfecto. ¿Quieres comer conmigo? Fdo.Tu vecina de enfrente.”

jueves, 10 de marzo de 2011

Pies enredados

16 curiosos ¿Te atreves a opinar?

Miró hacia el frente y la vio. Allí estaba. Creía haber quitado la telaraña la semana pasada pero ella volvió. -Teje muy rápido-, pensó. De repente, su imaginación voló. Cada movimiento de la araña se convertía en un paso de ballet. Y la vio bella, frágil y perfecta. Bailando El Cascanueces. Entonces, volvió en sí y se emocionó. Recordó sus habilidades en la danza, truncadas por un fatídico accidente. Sin pensárselo dos veces, acercó la silla de ruedas a la pared y la mató. No podía consentir que una araña bailara y ella no. -Lo siento-, dijo en voz baja, -yo también quise hacer realidad mi sueño, y algo lo impidió-.

Relato para Minificciones

sábado, 5 de marzo de 2011

Placeres de la vida

7 curiosos ¿Te atreves a opinar?
Ha sido un placer reír contigo, soñar contigo, dormir contigo, amar contigo, llorar contigo, viajar contigo, construir contigo, esperar contigo, aprender contigo, bromear contigo, sorprenderme contigo, jugar contigo, hablar contigo, crecer contigo, mejorar contigo, desear contigo, avanzar contigo, descansar contigo, desconectar contigo, vivir contigo. Estar contigo. Un placer haberte conocido.

En la oscuridad

5 curiosos ¿Te atreves a opinar?
La oscuridad llega cuando menos te lo esperas. De repente el mundo gira más rápido que tú y no lo puedes controlar. Y das tumbos… ninguno lleva un rumbo coherente. Tropiezas, te levantas y vuelves a tropezar. Gritas pero nadie te oye, solo tu interior. Lloras, pero nadie te consuela… Un hombro a veces no es suficiente. Son los golpes de la vida. Unos duelen más que otros. Te enseñan, te espabilan, te hacen rectificar. Te obligan a seguir el ritmo de la vida. A jugar en el mismo campo que el resto de los mortales. Ni tú eres las más importante ni la más mediocre. Eres una más. Puede que algún día seas la primordial para alguien. En ese momento te darás cuenta de que vuestros movimientos irán acompasados, sin crear desequilibrio. Es muy importante mantener esa balanza para que todo funcione. Y será en ese momento cuando la oscuridad se convierta en luz, los gritos en alegría y los llantos en sonrisas.

domingo, 16 de enero de 2011

¿Jugamos?

2 curiosos ¿Te atreves a opinar?

“Piensa que los coches son las olas, ya verás como te olvidas de todo por un momento”. Recuerdo esas palabras continuamente. Vivir lejos del mar, donde mi casa la componen solo estas cuatro paredes, no es nada fácil. En diez metros cuadrados tengo que poner en orden mi vida. Parece una locura, pero en mi situación somos muchas. Seguro que alguna de ellas acabará siendo una gran amiga.

Miro por la ventana y me encuentro con el más absoluto de los silencios. Es curioso hasta qué punto te puede atrapar la soledad. Una de las autopistas más grandes de la ciudad se ve desde aquí, pero no consigo ver los coches. Cuando era pequeña, me encantaba ver las luces encendidas de las casas e imaginar la vida que había dentro de ellas. Ahora no hay casas, solo coches. Me tengo que conformar con crear historias sobre cada uno de los conductores que atraviesan el asfalto a estas horas de la noche, sin saber que yo les observo desde mi habitación.

Un aviso desde el megáfono anuncia que en 10 minutos se apagarán las luces del pasillo. Se oye un revuelo, pisadas al otro lado de la puerta. Risas, susurros, pero siempre en compañía. Llaves que se encargan de cerrar a cal y canto la intimidad de cada una de nosotras. Permanezco expectante; siempre me ha gustado escuchar cuando estoy sola.

Me aburro. Siento nostalgia. Yo, con lo independiente que he sido siempre… ¿Cómo iba a imaginar que me sentiría así, ahora que soy más libre que nunca? Mañana es mi primer día de clase, pero no quiero dormir. Este sitio huele a cerrado, excepto por el olor a mis sábanas recién puestas. Huelen al suavizante de mamá. Pero ahora están todos muy lejos, demasiado. Echo de menos el sonido de la tele. Me apetece que suene el teléfono de casa y oír a trozos una conversación rota por la discusión del programa que se emite en ese momento. Ah, no… hoy no toca programa de corazón, toca serie. Seguro que ahora mismo están todos en el salón.

No es nada fácil aparentar. Fingir que todo va estupendamente cuando en realidad nada va en ninguna dirección. Es curioso… esta mañana estaba nerviosa, ansiosa, ilusionada. Te lo imaginas todo de color de rosa, pero entonces, cruzas la puerta y te encuentras con millones de caras desconocidas a las que no te atreves a hablar.

Voy en desventaja. La mayor parte de ellas llevan aquí más de dos semanas. Yo voy a ser ‘la nueva’, por lo menos durante unos días. Me dan la llave de mi habitación y me doy cuenta de que soy un número, nada más. Concretamente el 215. Bueno, por lo menos me gusta. El pasillo es muy largo. Demasiado.

Algunas de las habitaciones tienen colgadas las llaves fuera de la puerta, otras permanecen con la puerta abierta esperando a que alguien entre o, simplemente, intentando de ampliar ese espacio tan limitado.

La hora de la cena ha sido espantosa. Ha debido de ser porque no he elegido bien la mesa en la que sentarme. Nadie hablaba. Miraba a mi alrededor y veía a cada grupo de seis personas enfrascado en sus conversaciones. Muchas de ellas trataban del programa que iban a ver esta noche en la tele. La tele, qué gran invento… y lo que la voy a echar de menos.

Aquí tenemos una sala llena de sillas del mismo color, tamaño y separadas entre sí por el mismo espacio. Totalmente fría e impersonal. Pero a partir de las diez de la noche, todo cobra vida. Las estudiantes se pelean por coger un buen sitio y llegar las primeras para elegir el canal de televisión. Les encanta ver concursos y opinar alegremente. En el fondo, ellas también están concursando y les gusta llevar la razón.

Otras se meten en la “cafetería”. Todavía me pregunto porqué la llaman así. Y es que, efectivamente, hay una barra, pero por lo que dicen, nunca ha habido un camarero que te sirva un café. La cafetería es el sitio de los fumadores. El único lugar de la residencia donde se puede fumar. Aquí también se hacen grupos. Sobre todo de novatas por un lado y veteranas por otro. Tópicos marcados que, por lo menos en esta residencia, no van a romperlos este año.

Unos golpecitos en la puerta me hacen volver a la realidad. He estado atrapada en mis pensamientos casi hora y media… Pero, ¿quién será? Y lo más intrigante de todo, ¿qué querrá? Puede que tenga que apagar la luz, y me vengan a dar una llamada de atención. O puede que empiecen hoy con las novatadas. Pero no, por favor, justo hoy no. Además, aunque tengo turno de tarde, mañana quiero madrugar para ir a conocer un poco todo esto.

Casi no me da tiempo a abrir la puerta de la habitación. Me llena de repente un olor a jazmín muy fuerte. Sin darme tiempo a reaccionar, me encuentro a dos chicas dentro de mi habitación. Huelen a aire fresco, la verdad. Son tan delgaditas que se mueven a la velocidad del viento sin problemas. Ni siquiera hemos cruzado una sola palabra pero ya se han sentado en mi cama… espero que no quiten el olor del suavizante de mamá de las sábanas.

Una, de Zaragoza, y la otra, de Toledo. Empiezan con la batería de preguntas… que de dónde vengo, que qué voy a estudiar, que cuántos años tengo, que por qué he llegado tan tarde. No dudo en responder a cada una de ellas, a condición de que ellas también me cuenten un poco sobre su vida.

¡Madre mía! Son ya las cinco de la mañana y las tres seguimos en la habitación. A ninguna nos importa. De hecho, parece que nos conocemos de toda la vida. Me ponen al día de los cotilleos del resto de las compañeras, aunque me cueste identificar a la mayoría de ellas. De repente, se les ocurre jugar a un juego. La chica de Toledo propone: “¿Por qué no jugamos a imaginar que los coches son olas? Imaginemos que estamos de vacaciones en una playa de ensueño”. No me podía creer esas palabras. Creí que no las iba a volver a oír nunca. Ahora sí que presiento que me voy a sentir como en casa.

 
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