jueves, 18 de junio de 2009

Escrito en la mano (3ª parte)

Todavía eran las cuatro y media de la mañana. Tenían mucha noche por delante, pero no tenían ideas. El teléfono de Noelia estaba apagado, cosa que es bastante normal puesto que dentro de la discoteca hay muchos sitios sin cobertura. Intentaron contactar con ella unas cuantas veces más hasta que se dieron por vencidas.

Como parecía que el ambiente estaba mucho más animado en la primera planta, decidieron quedarse allí. Había una humedad intensa, provocada por la cantidad de gente agolpada en un mismo sitio y el calor que hacía. De repente, Elena saluda con efusividad a lo lejos. Tanto Eva como Lucía creyeron que, por fin, habían encontrado a Noelia. Giraron la cabeza en busca de la persona que devolviera el saludo, pero no era ella.

Un chico rubio, alto y con una sonrisa perfecta se dirigía hacia ellas. Detrás de él, dos amigos suyos seguían sus pasos. Por la forma en la que se saludaron, parecía que se tenían mucho cariño, pero que hacía mucho tiempo que no se veían. Después del abrazo, llegaron las presentaciones. Carlos, el amigo de Elena parecía interesado en conocer a Lucía y se colocó estratégicamente al lado suyo para intentar tener una conversación.

Los dos grupos, al cabo de diez minutos se dividieron de tal forma que quedaron tres parejas. Cada uno absorto en su conversación. Elena estaba con Daniel, compañero de piso de Carlos, además de amigo. Lucia seguía ensimismada hablando con Carlos, y Eva con Antonio.

Después de unos cuantos bailes, miradas intensas y carcajadas, decidieron acabar la noche en casa de Carlos y sus amigos. Los seis salieron por la puerta. Parecía que ninguna de ellas se acordaba ya de Noelia. Todos estaban preocupadas por llegar a un sitio más tranquilo.

De camino a casa, pasaron por un paseo lleno de puestos ambulantes. Collares, pintores con inspiración nocturna, caricaturistas, bolsos de imitación, música ilegal y alguna que otra vidente. Ellos paseaban despreocupados sin el menor interés en todo lo que les ofrecían. Ellas, rezagadas por detrás, se paraban a ver todo lo que les llamaba la atención.

De repente, una voz dijo:

- Lucía significa persona iluminada, que desprende luz. Tienes una vida por delante llena de alegrías, aunque ahora la veas un poco borrosa.

Lucía se paró en seco. Su mirada, instintivamente se dirigió hacia el interior del puesto que tenía a su derecha. Su cara se iluminó por las velas encendidas del tenderete, entremezcladas con cartas del tarot y talismanes. Un fuerte olor a incienso les llegó de golpe. Allí, sentada en un rincón, casi inapreciable, estaba una señora. Tez morena, pelo enmarañado y ropa llena de jirones y remiendos. Ese era su único modo de supervivencia: leer el futuro.

Daba la impresión de que las cartas no le servían de mucho. Con solo una mirada era capaz de adivinar el nombre de una persona. Las chicas, sorprendidas, se acercaron al unísono al puestecillo de esa debilucha mujer. Lucía, sin pensárselo dos veces le preguntó:

- ¿A quién te has dirigido? – creyendo que lo había dicho al azar, puesto que no es un nombre poco común.

La mujer sonrió, dejando entrever una dentadura poco cuidada donde se podían distinguir algunos huecos vacíos y dientes de oro. Sin más preámbulos dijo:

- ¿Acaso tú no te llamas Lucía? Lo veo en tus ojos y la mirada no engaña nunca. – le dijo fijando su mirada en la de Lucía, a la vez que entrecerraba los ojos.
- ¿Me estás queriendo decir que con solo mirarme has sabido mi nombre? Y mis amigas, ¿cómo se llaman? - le dijo Lucía recelosa, a la vez que apartaba su mirada, evitando que intentara indagar más sobre su vida.
- Te puedo asegurar que, aunque no sepa sus nombres, puedo averiguar mucho de ellas. – dijo mirándolas de reojo.

Los tres chicos aparecieron de repente. Las chicas ya se habían olvidado que les estaban esperando. Sus caras estaban completamente desencajadas. Elena se pensó que era porque les parecía ridículo verlas interesadas en ese tipo de cosas. Sin pensárselo dos veces, les dijo que, si preferían, que se fueran adelantando, que enseguida iban.

Carlos cogió a Elena por el brazo y la llevó al otro lado de la acera, mientras Lucía y Eva seguían intentando averiguar cuánto de verdad había en esa vidente. Mientras, Antonio y Daniel no perdían detalle de la conversación.

- ¿Qué pasa? ¡No me asustes! Ni que fuera tan raro… Solo es una persona que vive de eso, ver el futuro de las personas, no sin antes crearles intriga para que paguen por ello. - dijo Elena extrañada.
- Esto no es ninguna tontería, Elena. – dijo Carlos completamente serio- Esta vidente es de verdad. Yo no me había fijado en ella porque íbamos distraídos, pero, cuando me he girado a ver dónde estábais y la he visto, no me lo podía creer.
- ¿La conoces? – le quitándole la mano de su brazo.
- Predijo el futuro de mi madre. No falló en nada.

Elena, asombrada, echó un paso hacia atrás. Los dos se quedaron callados, mirándose. Un silencio que hablaba susurrando. Una historia de fondo que solo ellos sabían. Igualmente, Elena, sin decir nada, cruzó la calle y fue corriendo a detener a sus amigas, pero ya era tarde.

Eva ya había caído en sus redes. Detrás del biombo se diferenciaban sus sombras. A Elena se le pusieron los pelos de punta. Esa mujer no tiene reparo en decirte todo lo que te espera en la vida, sea bueno o malo. Lucía estaba sacando la cartera. Tenía la misma intención que su amiga: salir de ahí sabiendo lo que les va a suceder dentro de unos años.

La mano de Elena se abalanzó sobre el monedero de Lucía intentando pararla, pero una parte de ella tenía curiosidad por lo que le pudiera decir esa mujer. Lucía se quedó extasiada, pero en ese mismo instante, sale Eva. Su cara no delataba tristeza, no parecía haber recibido malas noticias.

Sin pensárselo, Lucía se adentró. Eva miró a Elena con curiosidad y le dijo que luego era su turno, que le habían dicho a la vidente que iban a pasar las tres. Para Elena esa era la excusa perfecta. Entonces, miró a Carlos intentando buscar en él un apoyo.

- Haz lo que quieras –le dijo- Yo ya te lo he advertido.

Elena se quedó pensativa. No sabía qué hacer, pero lo tenía que decidir antes de que Lucía saliera de entre el biombo. Los chicos y Eva le miraban intrigados, intentando adivinar qué pasaba por su cabeza. De repente, ese momento de incertidumbre lo rompió el sonido de un móvil.

Eva lo identificó inmediatamente. Era el móvil de Noelia. El sonido provenía de un sitio cercano. Abrió su bolso y lo encontró. Se quedó atónita. No recuerda el momento en el que Noelia se lo pudo haber dado. Lo cogió y miró quién llamaba. Era Pedro, su novio desde hace varios años.

Elena le quitó el móvil de las manos, ansiosa, y contestó. Le intentó explicar a Pedro que había desaparecido y que no sabía cómo había llegado el teléfono hasta ahí. Mientras conversaba con él Lucía salió de la ‘sala’. Tenía cara de pocos amigos. Elena intentó cortar la conversación telefónica en seco restándole importancia.

En cuanto terminó de hablar, fue a donde Lucía, pero prefirió no indagar. Únicamente le preguntó que qué tal estaba, a lo que ella le respondió:

- Es tu turno, te está esperando.

Nada más entrar, hubo algo que le dio malas vibraciones. No sabía porqué, tenía una angustia en el cuerpo de la que no se podía desprender. Había muchas cosas en su cabeza. Por un lado, estaba Noelia y por otro, la cara de Lucía.

Se sentó. La mujer borró todo atisbo de felicidad. Su cara era tan seria que en ese ambiente taciturno y silencioso daba miedo. Extendió su mano. Eva le tendió la suya. La mujer no movió ninguna facción de su rostro. Estaba absorta en las líneas de su mano. Sus pupilas iban con rapidez de un lado a otro de la palma intentando averiguar.

Si Elena ya estaba angustiada, ahora lo estaba aún más. Notaba cómo el sudor de sus manos hacía el contacto con las manos de la vidente fuera escurridizo. La mujer alzó la vista sin cambiar la inclinación de la cabeza. Las sombras se habían clavado en sus párpados.

El corazón de Elena latía a mil por hora. Presentía que no le iba a dar buenas noticias y no sabía si quería oírlas.

- ¿Quieres que te diga solo lo bueno o también lo malo?- le dijo directamente.

Ya está. Había algo malo. Estaba claro, pero ¿qué era mejor, escucharlo o saber que algo malo te va a ocurrir sin saber qué? Elena lo tuvo totalmente claro, o eso creía. Tenía 20 años y se consideraba una persona bastante despistada. 'Seguro que en un tiempo ya ni me acuerdo de lo que me ha dicho', se autoconvenció.

- Por supuesto. Ya que he entrado, me quiero enterar de todo- le dijo con voz temblorosa.
- Vas a tener una vida agradable. Encontrarás el amor de tu vida en un hospital. A los 30 años, un accidente de trabajo te va a dejar en silla de ruedas pero te repito: compartirás el resto de tu vida con esa persona. Serás feliz. - concluyó.

Los ojos de Elena se inundaron de repente. Estaba temblando y la mano ya no la sentía. No se atrevía a levantarse, pero tenía que hacerlo. No quería escuchar más. No quería volver a la realidad. No quería que nada le preguntara. Deseaba no haber entrado nunca. Quiso ir atrás en el tiempo; no haber salido esa noche de la residencia. Juró no contárselo a nadie e intentar olvidarlo.

Es lo que tiene la vocación. La curiosidad mató al gato y a Elena le condicionó para siempre.

(Esta historia es el comienzo de una serie de aventuras que Elena y sus amigas irán recorriendo a lo largo de su vida. ¿Podrá Elena cambiar su destino? ¿Qué le dijo la vidente a Lucía? ¿Y Noelia?... ¿Qué ha sido de ella?)

4 curiosos ¿Te atreves a opinar?:

Nahus dijo...

Curioso el tema de la adivinación. Si pudieses saber tu futuro, ¿querrías saberlo? ¿Hasta qué punto saber tu futuro te condiciona para que realmente te pase lo que la predicción dice? A ver cómo continúa. Ciao!

Emma Grandes dijo...

Hola Nahus! Lo cierto es que tengo mucho respeto a ese tipo de temas. Aunque a priori no crea en ellas, si me viera en esa tesitura puede que le dieran un par de vueltas a la cabeza! Por eso creo que es preferible no saber nada y dejarte guiar cada día... Ciao!

Anónimo dijo...

Te devuelvo la recomendación (como si fuéramos críos xddd -broma-) he de decir que, para ser estrenado hace poco, lo normal sería que pasaras aquí metida escribiendo como... 23h y media de las 24h que tiene el día y leyéramos más cosas xD.


Un saludo.

Emma Grandes dijo...

Escribir me encanta Milo, y no sabes cuánto!

Continuaré con en el relato en un blog especial para esta historia. Saco tiempo libre siempre que puedo para evadirme y dejar que mis manos se pierdan en el teclado.

Gracias por la recomendación, es todo un halago. Espero sacar más tiempo y escribir más y, por supuesto, que cumpla con tus espectativas!

Un saludo :-D

 
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