martes, 30 de junio de 2009

Nudo sin desenlace

La cama está vacía. Las sábanas, arrugadas, desprenden olor a sudor. La ventana que da al patio está abierta y el olor a suavizante proveniente de los tendederos de fuera trasmite frescura. Todo parece normal hasta que, en un extremo de la sábana hay un nudo. Alrededor no hay muchos muebles. El armario, entreabierto, deja ver dos camisas y dos faldas.


A Antonia no le hace falta mucha ropa. Tiene un conjunto de verano, otro de invierno y otro que usa para las visitas. Hoy lleva puesto el de las visitas. Lleva dos meses esperando este momento. Su hijo, su único hijo, viene a verle. Le avisó la semana pasada, cuando le llamó por teléfono.

La pasada noche hizo un nudo en la sábana. No se quería olvidar de ponerse guapa. No quiere que para Alberto pase el tiempo, ese tiempo que, de visita en visita, para ella pasa tan lento. Son las nueve de la mañana. Ya han abierto la puerta de las visitas y su hijo debe de estar al llegar.

Se sienta impaciente en la recepción. Le gusta estar preparada y no hacer esperar a su hijo. No quiere perder el valioso tiempo que pasa con él. Hoy es domingo y muchas familias vienen a buscar a sus padres para comer con ellos. Antonia no cree en los domingos ni en las rutinas.

Ya ha pasado más de una hora y Alberto no ha llegado. Le pregunta a Isabel, la chica de recepción, si hay algún recado para ella. La recepcionista niega con la cabeza y, fiel a su estilo, le dice seriamente que será por el atasco. Antonia se convence. Ese debe de ser el motivo.

Pero llega la hora de comer y su hijo no ha llegado todavía. Intenta llamarle a casa, pero no contestan. Se sienta en la sala esperando a que le avisen. Ojea una revista mientras un grupo de señoras juegan alegremente a las cartas y otras pasan las horas viendo la televisión.

Vuelve a la recepción. No hay recado. Antonia se resigna. Se ha debido de equivocar de día. Seguro que es mañana, piensa. Pasa el resto del día intranquila. Antes de irse a la cama, se vuelve a pasar por recepción, pero nada. Vuelve a hacer el nudo que le ha deshecho la señora de la limpieza al hacer la habitación.

Los días pasan y Alberto no ha ido a verla. Desde entonces, Antonia se pone su traje de las visitas. No hay día que se lo quite. No quiere que su hijo le pille desprevenida. Después de dos años, la anciana sigue despertándose con ilusión. Desde entonces, todas las mañanas mira la sábana. El nudo sigue ahí. Su hijo puede que venga hoy. No quiere tirar la toalla.

Para ElCuentaCuentos

7 curiosos ¿Te atreves a opinar?:

Sarg dijo...

Qué bonito. Me recuerda a una obra de teatro que vi hace años. He olvidado prácticamente todo sobre la obra, incluyendo título, argumento y personajes, excepto un par de ellos que eran completamente accesorios a la trama (la memoria a veces funciona de forma muy rara).

Uno de esos personajes era un viejecillo que se pasaba toda la obra sentado en el banco de un parque, mirando al público, prácticamente ajeno a lo que pasaba en el escenario a su espalda. En algún momento contaban el resto de los personajes que ese señor llevaba nosecuántos años yendo al parque y sentándose en ese banco durante horas, que estaba esperando a una cita que nunca había llegado. Al final de la obra, cuando ya se había cerrado el resto de la historia, aparecía una abuelilla por el parque, veía al hombre ahí, y abría los ojos como platos. Se sentaba a su lado y el viejo la miraba, y simplemente sonreía. Se abrazaban en el banco y se cerraba el telón.

Ains, la llorera que me entró...

Emma Grandes dijo...

Ainssss, si es que son historias que a uno le llegan muy de cerca. Quizá es ese miedo que te entra pensando que, quién sabe, en un futuro ese viejecillo seas tú.

Las residencias de ancianos están llenas de historias tristes. Yo lo pienso tantas veces... ¡Todo lo que los abuelos han luchado de jóvenes para sacarnos adelante, y ahora nosotros se lo agradecemos dejándoles allí!

Me alegra que te haya recordado a una historia tan bonita y que te haya traído recuerdos, sentimientos.

¡Muchas gracias! XD

Esther dijo...

Hola:

Te vi por el cuentacuentos. Veo que eres nueva por ahí, si no me equivoco y qué decirte, que has hecho un gran estreno. Es una realidad que lastimosamente parece que cada vez se viva más a menudo en nuestros días. Es muy triste.

Me recordó a una historia real que me contó mi padre. Era muy triste también.

Deberíamos saber ponernos más en el lugar de los demás; luego, esperaremos que un día, cuando nos hagamos mayores, vengan los nuestros... A ver lo que pensaríamos si no vinieran.

Saluditos.

Emma Grandes dijo...

Hola Esther!

Muchas gracias por pasarte por aquí. Efectivamente es una historia muy triste, pero desgraciadamente es muy real.

Yo, con que hiciera reaccionar a unos pocos me conformaba.

Ahora me paso por tu rinconcito!

Saluditos ;-)

Anónimo dijo...

Buenas Emma!!
Tu pensamiento de q tocara tan solo a unos pocos se hizo realidad, al menos conmigo y mi compañera de trabajo.
En mi caso me recordó a mi abuela, ella estaba en una residencia y mi hermana y yo solo íbamos los fundes a verla x no todos x temas de distancia, x re aseguro q cada finde se ponía sus mejores galas x si iván sus nietas.. Y siempre q nos vehia se le iluminaba la cara.
Ahora q no esta recuerdo esas mañanas y a veces me arrepiento de no haber ido mas..
Una amiga!!!
Griselda

Emma Grandes dijo...

Hola Griselda!
Me alegra que te haya llegado la historia. Seguro que tu abuela era muy feliz cuando estábais con ella y presumía de vuestra presencia ;-)
No te arrepientas, que los momentos que importan son aquellos que has estado con ella.
Un beso,
Una amiga ;-)

Rebeca Gonzalo dijo...

¡Qué triste es la soledad! Tu historia me ha dejado un poso de tristeza increíble. Has contado en tu pequeño relato la vida de muchos de nuestros ancianos. El nudo de la cama de Antonia está ahora en mi garganta y en mi estómago. ¡Enhorabuena! Escribes genial.

 
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