martes, 14 de julio de 2009

Cruda realidad

Sólo tenía una certeza: la culpa la había tenido aquel libro. Alejandra no paraba de repetírselo. Se arrepentía simplemente de no haber podido pararlo todo y ya era tarde. Quién le iba a decir a ella que el hecho de haberle regalado a su hija uno de sus libros favoritos, le iba a causar tantos problemas. Ha pasado inmediatamente de amar ese volumen a odiarlo.

La policía ya estaba en su casa. Intentaban recopilar todo tipo de pruebas para llegar a saber qué había sido de la niña. Marina solo tenía quince años y llevaba dos días sin aparecer por casa. Dos días que a Alejandra le han parecido dos años. Su desesperación no le dejaba dormir. Estaba completamente demacrada. Las ojeras hundidas y ennegrecidas y sus ojos rojos hablaban solos.

Ya no tenía uñas en las manos. No paraba de arrancarse los pellejos de los dedos. No podía esperar más. Tenía que salir a la calle y recorrer todos los rincones de la ciudad. La noticia no tardó en saltar a los medios de comunicación, pero no se sabía nada de Marina. Alejandra solo esperaba que, por lo menos, la historia acabara igual que el libro. Que al final se diera cuenta de que su familia era importante y volviera a casa.

Pero vio pasar los días sin Marina. Buscó ‘El guardián entre el centeno’ por todas las librerías, pero estaba agotado. Todo el mundo, después de saber la noticia, intentó ponerse en el pellejo de esa niña que se va de casa, harta de la situación que hay en ella. La niña quiso ser Holden. Se metió tanto en el personaje que vio que, pese a las dificultades que pasa, la vida fuera de casa no era tan dura. Pensó que siempre se podía volver.

Lo que Alejandra no pudo explicarle a tiempo fue que un libro no siempre cuenta realidades. Muchas veces las exagera y otras, las embellece. Después de cuatro largos años de espera, Marina abrió la puerta. Alejandra estaba completamente consumida. No creía lo que veían sus ojos. Había crecido, se había convertido en una preciosa joven. Los golpes de la calle le había hecho madurar. No pudo articular palabra. Lo único que hizo fue quedarse en silencio mientras su hija le explicaba que la culpa la había tenido aquel libro.

6 curiosos ¿Te atreves a opinar?:

Rebeca Gonzalo dijo...

Habla de enfrentarse a la realidad cuando ésta no nos convence y de seres inadaptados o incomprendidos. Creo que muchos nos hemos sentido así en algú momento.

Pugliesino dijo...

Hola Emma, ¡Bienvenida a Cuentacuentos!
Llego tarde pero el tiempo y yo nos llevamos fatal :)

Consigues transformar en cuento la dura y de actualidad realidad sin que pierda ella su dramatismo, ni la esperanza.
Parece inofensivo pero desvelas el poder que puede llegar a generar un libro.

Muy buen relato.

Reithor dijo...

Hola! Un saludo desde el cuentacuentos. Gracias por pasarte por mi blog. Dentro de poco volveré a la actividad cibernética y a leernos toca. Veo que Carlos ya está por aquí...

Un abrazo

Emma Grandes dijo...

Hola Sechat! Gracias por dar tu perspectiva sobre el relato. Yo soy de las que piensa que muchas veces las personas buscamos cobijo en un libro. Aunque ésta no es la mejor forma de hacerlo, a veces te aferras a cualquier cosa, aunque seas consciente de que no sea real.

Emma Grandes dijo...

Hol Carlos!
Muchas gracias. Me alegra que te haya gustado. Estoy encantada de formar parte del ElCuentaCuentos y aportar en él mi granito de arena en el mundo de los cuentos. Es asombroso cómo puedes llegar a conocer a la gente por su forma de escribir XD

Un saludo!

Emma Grandes dijo...

Hola Reithor! Esperaré impaciente a que vuelvas con tu actividad cibernética! No dudes que te leeré.

Un saludo!

 
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